Partido Acción Nacional
Algunas veces definimos a Acción Nacional o la caracterizamos como Humanismo Político. Una doctrina política esencialmente humanista como la nuestra, tiene que hundir sus raíces en el concepto real, exacto, genuino de la persona humana."
Efraín González Luna
La etapa actual del desarrollo histórico nos obliga al análisis retrospectivo y a la
búsqueda de propuestas frescas. Como siempre, pero quizá hoy con mayor ímpetu, el
humanismo debe ser la guía de nuestra acción. Mientras que las pretendidas ideologías
únicas han fracasado, la realidad vigente da señales de que requiere una buena dosis de humanismo.
El nuevo siglo nos presenta una oportunidad de inconmensurable valor,
respecto de la cual tenemos la responsabilidad, no la opción, de aprovechar.
La realidad nos enfrenta a oportunidades y desafíos de inmensa magnitud. Las tareas
son enormes y, ante ellas, la parálisis y la falta de prudencia resultan igual de
arriesgadas. Es momento de decisiones mas no de precipitaciones.
La geometría política y el humanismo
La geometría política resulta práctica porque es una simplificación de la realidad. Las generalizaciones son parte de la vida diaria. Con relación a la política, la gente piensa en tres categorías básicas y no advierte ni matices ni posibilidades alternas o superiores:
la izquierda, el centro y la derecha.
Lo anterior nos obliga a interesarnos en la geometría política y, con base en ella, a
definirnos como de centro. Sin embargo, nosotros estamos obligados a conducirnos con
cierto rigor conceptual y especificar que el humanismo es más amplio y fecundo que un
punto medio entre las dos grandes corrientes político-filosóficas del siglo XX: el
colectivismo y el individualismo. El humanismo no es, que quede claro, una tercera vía.
Sostenemos que el humanismo es superior a la geometría política, que existe desde
antes que se generalizara el uso de las categorías "izquierda", "centro" y "derecha", y que persistirá después de que dicha clasificación pierda su utilidad.
"Humanismo político" es como denominamos, en el Partido Acción Nacional de México,
nuestro perfil. El problema es que no hemos podido, ya explicamos por qué, evitar que
la gente quiera ubicarnos dentro de la geometría política. En ese sentido, años atrás
comprendimos que, desde una perspectiva práctica aunque no ideal, debíamos ganar "el
centro". Pero así como tal, la categoría de centro no nos satisface porque la
encontramos insuficiente. El nuestro es el "centro humanista".
El humanismo y la política
Salta a la vista que la política es hoy objeto de un desprestigio creciente. Las causas primordiales de su descrédito y su desvalorización son las siguientes:
1) la economía la ha rebasado y ejerce sobre ella una influencia excesiva, al grado de que las personas no encuentran en la política un freno al proceso que las convierte en meras mercancías a disposición de las leyes de oferta y demanda del mercado;
2) la corrupción política que se extiende como un cáncer y de la que ningún país está exento;
3) el papel preponderante que han adquirido los medios de comunicación, y que ha transformado la política en una especie de espectáculo en el que las impresiones, los "slogans" publicitarios y la mercadotecnia que promociona a políticos como si fueran productos, son más relevantes que los hechos de fondo.
Nosotros estamos convencidos de que a través de una firme vocación humanista la
política se revalorizaría y que dejaría de ser vista como algo que ya no es necesario. La fortaleza de la política es proporcional a la medida en que el centro de su acción sea la persona humana.
A la política corresponde la consolidación de "un orden dinámico" en el
que se proteja, se conserve y se incremente el bien común. Ese orden destinado a la
realización del bien común debe fundamentarse en el reconocimiento tanto de los
derechos materiales como de los derechos espirituales de la persona.
La persona humana y el bien común
Hoy que el respeto a la dignidad de las personas se ha vuelto una exigencia extendida, nos parece pertinente señalar que siempre hemos sido promotores y defensores del valor superior de la persona humana. El tiempo no ha modificado lo que Efraín González Luna aseveró hace más de medio siglo: "La doctrina de la persona humana es positivamente central en la estructuración del ideario político del Partido". Además de afirmar la "eminente dignidad" de la persona humana, nosotros destacamos que ella tiene "un destino material y espiritual que cumplir". Esta proclamación del destino que cada persona tiene por ejecutar es lo que conduce a la idea de "trascendencia", y a partir de ella se aprecia en su totalidad la importancia de cada mujer y cada hombre que habita nuestro planeta.
Si aspiramos al poder es por su utilidad como medio para la realización del bien común, que se da cuando existen condiciones para que cada persona pueda buscar y encontrar su perfección. El poder corrompe y destruye cuando se utiliza con fines distintos al de la Consecución del bien común.
Desarrollo humano y solidaridad
La pobreza y, peor aún, la miseria o indigencia, representan el reto más apremiante
para el mundo del nuevo siglo. El desarrollo humano no se reduce a la satisfacción de las necesidades materiales, pero miles de millones de personas eso es lo que con urgencia hoy reclaman. Para ellos en el problema inmediato no es el de "vivir bien", sino el de que su subsistencia está en constante riesgo. Además del hambre, los indigentes enfrentan enfermedades, discriminación, violencia, ausencia de oportunidades, etc. Resulta aterrador comprobar que mientras la economía mundial crece a niveles sin precedentes, el abismo entre ricos y pobres -hacia dentro de los países y entre ellos- en vez de reducirse continúa incrementándose. Vivimos una realidad inaceptablemente injusta.
La satisfacción de las necesidades materiales -en primera instancia-, la igualdad, la
libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, la equidad, la paz, todo lo anterior debe ser visto por nosotros como condiciones mínimas para el desarrollo
humano. Es urgente ofrecer atención privilegiada a los sectores más débiles de las
sociedades, sin perder de vista que las mujeres, los niños, los ancianos, los inmigrantes y los indígenas conforman los grupos más frágiles.
La igualdad de oportunidades debe rebasar el ámbito discursivo y demagógico y
materializarse en los hechos. Expandir el acceso a educación de calidad y capacitación permitirá reducir los desequilibrios en materia de desarrollo humano. Por ello, es necesario democratizar la educación. Asimismo, se deben ampliar las oportunidades de acceso a trabajos dignos y bien remunerados. El mayor capital de un país es su gente.
El trabajo de las personas merece absoluto respeto porque es mucho más que un simple
elemento de la producción. Al respecto, es inmenso el significado de la siguiente
sentencia de Don Efraín González Luna: "El trabajador es un hombre".
El mundo tiene que apelar a la solidaridad. La salud de las comunidades está en función del bienestar de sus miembros. Tenemos que sustituir la cultura de la indiferencia con una en la que se comprenda que sin bienestar individual no hay bien común. El sufrimiento de algunos es a la larga el sufrimiento de todos.
La familia y la infancia La familia tiene preeminencia sobre las demás formas sociales. La unidad y la integración familiar deben ser una preocupación primordial, porque es en la familia donde primero se comunican y desarrollan los valores morales e intelectuales básicos.
Como comunidad de padres e hijos, la familia es el sitio idóneo para la formación de las personas en un ambiente de amor y solidaridad. Por supuesto, se requiere un orden
social, económico y político justo para que se garantice la integridad y la estabilidad de las familias. Ese orden tiene como principio rector la subsidiariedad, lo que implica que la familia cumple con ciertas funciones que ninguna otra institución tiene la capacidad de llevar a cabo.
Aparejado al interés fundamental por la familia, se encuentra la preocupación por el
bienestar de la infancia. El grado de perfección o de imperfección de toda realidad
futura, mucho depende del óptimo desarrollo de la niñez. Tenemos que proteger a las
niñas y los niños porque son el futuro. Nuestra actitud hacia ellos evidencia qué tipo de mundo estamos construyendo. ¿Queremos un mundo mejor? Protejamos a los niños.
Estado, democracia y economía Para nosotros el Estado requiere del recto ejercicio de la autoridad no con fines de dominio, sino con el objetivo primordial de la realización del bien común. Para ello deben observarse la justicia y la seguridad, y la defensa, respeto y protección de la persona y del bien colectivo. Aquí también es relevante destacar a la subsidiariedad como principio ordenador.
En cuanto a la democracia, la Proyección de Principios de Doctrina de nuestro partido
establece con palabras elocuentes y certeras que "requiere la participación eficaz de las personas en las actividades colectivas que condicionan su propio destino personal.
Porque la democracia como sistema de vida y de gobierno se funda en la igualdad
esencial de todos los seres humanos, es la forma superior de legitimación del poder
político y el sistema óptimo para respetar la dignidad humana, que en lo material debe sostenerse en la suficiencia económica de todos, y en lo espiritual en la posibilidad real de acceso a los valores de la cultura y en el respeto a la libertad del hombre".
Nosotros estamos en favor de la activa participación ciudadana que se sustenta en una cultura de responsabilidad civil.
Con respecto a la economía, pugnamos porque no pierda y antes se fortalezca su
carácter social. Es una actividad al servicio de las personas aunque tenga por objeto los bienes materiales. Consideramos que la libertad de competencia encuentra límites en la preeminencia del bien común. Así, el control estatal sobre la economía se reduce a la obligación que tiene el Estado de velar por el bien común. Aparte de esa relación de "vigilancia", señalamos que el Estado debe fomentar condiciones para el óptimo desarrollo de la iniciativa privada, que es "la más viva fuente de mejoramiento social".
De ahí que sea preciso promover y apoyar la labor de los llamados "emprendedores",
quienes, por su parte, deben entender que tienen una responsabilidad social y actuar en consecuencia.
Globalización y retos nuevos
La globalización es un proceso ante todo económico-financiero y de expansión de
medios de comunicación, el cual presupone diversos riesgos y no puede ser detenido.
Pero la globalización también ofrece grandes oportunidades y puede ser modificada por
quienes participan en ella para aminorar sus efectos negativos.
Tenemos la responsabilidad de realizar esfuerzos para que la democracia no sea
totalmente rebasada por la globalización económica. Es imprescindible que la gente
mantenga cierto control sobre el mercado, para que éste no gobierne sus vidas.
Nos corresponde provocar que la globalización no sea sólo un proceso económico. Hay
que aprovecharla para lograr que se "globalicen" valores como el respeto a la persona
humana y la solidaridad. A la igualdad de oportunidades económicas ha de sumarse la
igualdad de oportunidades culturales.
La información y el conocimiento, fundamentales en esta época, tienen que estar
disponibles para todos porque su concentración crea graves desequilibrios. La
información y el conocimiento deben democratizarse y el humanismo "globalizarse".
Además, la creciente integración regional y mundial permite cooperar para hacer frente a problemas compartidos: la devastación del medio ambiente, la delincuencia
organizada, la pobreza, las guerras, la situación de los inmigrantes y los desplazados, las crisis financiera y económicas, etc.
Un mundo más justo es posible en tanto la comunidad internacional considere al bien
común como su más preciado fin.
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